Si algo caracteriza a los dominicanos es nuestra mezcla de confianza, creatividad y un toque de superstición cuando se trata de "ir al consulado". Desde los consejos del primo que "ya fue y sabe cómo es eso", hasta las historias de quienes logran la visa “sin llevar nada”, hemos creado un ecosistema cultural donde el proceso de solicitud de visa americana se vive como un evento nacional.
Pero, ¿de dónde viene esta mentalidad? Vamos a analizarlo con un toque jocoso, pero también con la seriedad que merece.
En la República Dominicana, todos conocemos a alguien que se proclama experto en visas. Esa persona que asegura que con sus consejos tú también saldrás triunfante del consulado. Estas son algunas de las perlas más comunes:
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“Tú lo que tienes que decir es que eres estudiante y ya”.
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“Dile que tú vuelves porque tienes tu familia aquí, aunque vivas solo”.
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“Si te preguntan a qué vas, di que a visitar a Mickey Mouse”.
Lo curioso es que estos consejos suelen ser contradictorios. Mientras tu tío te dice que vayas serio y con cara de empresario, tu amiga te recomienda que te relajes y te rías. Al final, llegamos al consulado más confundidos que un gringo buscando chimichurri en un puesto de fritura.
Aunque pidan una visa de turismo, hay quienes ya tienen un plan alternativo en mente:
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“Voy a Disney, pero si me sale un trabajito, ¡qué se quede Mickey esperándome!”.
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“Nada más voy por 10 días, pero de ahí me quedo en casa de un primo en el Bronx”.
Esto no solo genera problemas para los solicitantes, sino que también afecta la percepción de los oficiales consulares sobre los viajeros dominicanos. Lo más irónico es que, mientras dicen que solo van de “paseo”, sus maletas van cargadas de mangú congelado, hojas de plátano y hasta pilones
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